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Cataluña

La retirada hace referencia, principalmente, al gran éxodo de civiles durante la campaña de Cataluña, en su huida del avance, imparable, del ejército rebelde, la mayoría de ellos con los pocos bienes materiales que pudieron cargar, y que en muchos casos se vieron obligados a ir abandonando sobre el terreno, debido a los bombardeos o la falta de fuerzas,  creando un terrible rastro de todo tipo de enseres y cadáveres abandonados. Una vez en la frontera, la encontraron cerrada, por lo que tuvieron que soportar unas malísimas condiciones atmosféricas, sin ningún lugar donde cobijarse, bajo la lluvia, el frío y la nieve. Los investigadores no se ponen de acuerdo con las cifras, pero sitúan este fenómeno, en torno a las 250.000 personas. 

Sin embargo, aunque en general esta retirada se ha vinculado con los civiles, por el impacto de las imágenes que fueron difundidas a nivel internacional, el fenómeno también afecta al ejército republicano. Otros 250.000 soldados agotados por el terrible esfuerzo continuado de la guerra, con un armamento en mal estado, desmoralizado, muchos de ellos heridos, que se vieron una y otra vez desbordados por el ejército sublevado, y obligados a retirarse de todas las líneas de contención que intentaron establecer.  Seres afanados en la parte final, no sólo en proteger sus vidas, sino en resistir el mayor tiempo posible, para que pudieran salvarse el número más elevado posible de personas, ya fueran civiles o militares.

La idea que subyacía en los mandos, una vez comprobada la imposibilidad de resistir, era intentar conseguir que el mayor número posible de soldados y material de guerra pasara la frontera, con la idea de volver a la lucha, con todos esos efectivos, a la zona centro. Como esta es la historia de mi abuelo, un combatiente, este capítulo está basado principalmente en la retirada del ejército. En el caso de los civiles, la historia ha sido narrada en multitud de libros, no así para el caso del ejército, quizá una de las campañas menos contadas. 

En la madrugada del día 16 de noviembre de 1939, los combatientes republicanos que acababan de luchar en la extenuante Batalla del Ebro volvían a cruzar el río Ebro, esta vez en sentido inverso a como lo habían hecho en julio. Los últimos, los hombres de Tagüeña[1],  lo hicieron por el puente de hierro de Flix, el día 16 de noviembre de 1938. El desgate de los dos bandos contendientes había sido enorme después de casi cuatro meses de lucha,  por lo que se imponía un tiempo de tregua para poder recuperar a los hombres y el armamento.

Parecía claro que toda la ventaja la tenía el ejército rebelde, y que los republicanos estaban contra las cuerdas en Cataluña.  La situación se planteaba muy desfavorable, con el territorio cortado en dos, una parte considerable del ejército republicano quedaba aislado del resto, y  la única escapatoria que tenían los republicanos era romper el frente, algo totalmente imposible en estos momentos, o retroceder hasta la frontera francesa;  existía la posibilidad de que el ejército franquista pudiera romper el frente por el norte, ocupar toda la frontera francesa y dejar embolsados a los republicanos, lo que supondría un desastre de consecuencias incalculables; y además, el ejército republicano iba a tener serios problemas para reponer el armamento y a los hombres de las distintas unidades.

Franco no podía dejar pasar la oportunidad para dar el golpe de gracia. La única salida para el ejército republicano era intentar aliviar la presión y retrasar la ofensiva que se preveía, con el fin de ganar algo más de tiempo, para lo cual era preciso realizar alguna maniobra de distracción en una zona alejada de este frente que obligara al mando franquista a retirar efectivos de Cataluña. Una vez más, como sucedió otras tantas veces a lo largo de la guerra, los republicanos se veían obligados a intentar operaciones en otras áreas, con el fin de intentar aliviar la presión,  y este era el objetivo del Plan P, ideado por el general Vicente Rojo, que había sido puesto sobre la mesa a lo largo de toda la guerra en varias ocasiones, y que de nuevo debía ponerse en marcha, esta vez parecía que sí,  a partir del día 11 de diciembre en Extremadura. El inicio del plan implicaba que dicho día se produciría un desembarco en Motril (Granada) pero, estando ya los barcos en el mar, recibieron la orden de regresar a puerto, y la operación fue cancelada. El resto del plan, que consistía en dividir el territorio republicano en dos por extremadura, al parecer, ni siquiera se llegó a iniciar. 

Los republicanos habían infravalorado la capacidad de recuperación del ejército rebelde, cuya ofensiva ya había sido previsto para el día 10 de diciembre. Sin embargo, dos semanas de lluvia continuada obligaron a retrasar el ataque, que finalmente se inició el día 22, dando comienzo así a  la Batalla o Campaña de Cataluña, con un ataque inicial, por parte de la división italiana Littorio,  a lo largo del frente del río Segre, desde la cabeza de puente de Serós, defendida en esos momentos por el XII Cuerpo del Ejército

Los republicanos habían configurado la defensa de Cataluña mediante una serie consecutiva de líneas defensivas, constituidas a base de diversos sistemas de fortificación, y numeradas desde la L1 a la L6.  La campaña va a convertirse en un desastre para el ejército republicano, que no había tenido tiempo suficiente para recuperarse, falto de efectivos humanos y de material de guerra, y en un desastre humanitario por las consecuencias para la población civil, con una huida desesperada hacia la frontera francesa en unas condiciones climatológicas muy adversas.  

A pesas de todo se consigiría que Franco no logrará embolsar al ejercito republicano, con el objetivo último de destruirlo totalmente, y las tropas consiguieron replegarse, en un cierto orden, dentro del colapso general, y retirarse hasta la frontera con un importante número de efectivos y de material de guerra.

El ejército franquista rompió el frente en el Segre, cuya defensa estaba a cargo el Ejército del Este,  ese mismo día 22. Parte del XV Cuerpo, que se encontraba en las inmediaciones intentó resistir el avance enemigo, y para taponar la penetración fue necesario enviar también al V Cuerpo del Ejército, que como sabemos, había sido enormemente castigado en el Ebro, y se encontraba recuperándose en la zona de Borjas Blancas. 
La superioridad artillera y de la aviación rebelde era muy grande, lo que les permitía machacar cualquier posición republicana antes de lanzar la infantería. A pesar de todo, un contraataque del V Cuerpo, el día 27 de diciembre, consiguió detener el avance de los italianos, y el Cuerpo del Ejército de Navarra,  situación que se mantuvo durante el fin de año, a pesar de los esfuerzos del enemigo. 

  Por el norte había resistido bien el Ejército del Este, con la 26 división republicana (antigua columna Durruti), que aguantó hasta el día 2 de enero, y luego fueron cediendo lentamente el terreno. El día 3 de enero Yagüe logra cruzar el Ebro en el sur. Debido a que las condiciones meteorológicas mejoraban, la aviación franquista volvió a castigar a los republicanos. En la zona central, defendida por el V y XV Cuerpo del Ejército, un ataque con tanques, y la posibilidad de quedar atrapados ante la rotura del frente por el norte, y el avance de Yagüe por el sur, provocaron que no tuvieran más remedio que retirarse el mismo día 3. Los italianos, que no podían con la 11 división, consiguieron colarse entre el V y el XV cuerpos, en la zona que defendía la 45ª, consiguiendo llegar el día 5 a tomar Borjas Blancas.

El frente había quedado roto, y desde ese momento va a ser imposible detener el avance del ejército de Franco, a pesar de las continuas líneas defensivas que intentaron montarse aprovechando los pequeños cursos fluviales.

El 14 de enero Yagüe entra en Tarragona, y al conocerse la noticia va a precipitarse la huida de civiles hacia la frontera francesa. Las carreteras van a empezar a llenarse de todo tipo de medios de transporte, y cuando no puede obtenerse uno, las personas iniciarán la marcha andando.

La situación era totalmente desesperada. Ese mismo día 14, se dicta por el gobierno de la república la movilización de los reemplazos de 1918 y 1917, y de los reemplazos de 1916 y 1917, para trabajos de fortificación, los reemplazos de marinería de los años 1920, 1919 y 1918, y al objeto de secundar las acciones de las unidades encargadas de fortificación, a “todos los ciudadanos útiles para el trabajo, hasta los cincuenta años de edad, que no hubieran sido o sean movilizados, cualquiera que sea su profesión”[1].

El gobierno francés hizo el día 25 enero un último intento para convencer a Franco de que se creara un área de refugio en territorio español, bajo la tutela de los gobiernos francés e inglés, propuesta que fue rechazada por Franco.

            Cada vez eran más frecuentes los bombardeos sobre Barcelona, que va a caer el 26 de enero de 1939 y las carreteras y caminos, de nuevo,  se vieron inundados de civiles que, cargados con sus pertenencias más valiosas, algunos mediante vehículos, pero la mayoría a pie, tomaron el camino de Francia. Algunas de las unidades del ejercito republicano, las más sólidas, hicieron un importante trabajo para permitir la retirada de civiles y el resto del ejército, planteando resistencia en algunos momentos a las tropas rebeles,  volando puentes y carreteras para reducir su velocidad y entorpecer el avance de los franquistas. 

           
El Ejército del Ebro, en esos momentos mandado por Juan Modesto Guilloto, lo componen el XV Cuerpo del Ejército republicano, mandado por Tagüeña, que va a ir replegándose por la línea de la costa, y el V Cuerpo del Ejército republicano, de Enrique Lister, que se replegará un poco más al interior. 
           
La 100 BM, en la que se encuentra Antonio, acudió el día 25 de diciembre a la zona de Aspe-Alcanó para intentar frenar el avance enemigo, lo que no consiguió, perdiendo Cogull (Engel).  El día 4 de enero, miembros de la 11 división realizan  un contraataque, en el que se capturaron prisioneros italianos, que fueron fusilados.  

El 9 de enero se movilizan las quintas de 1922 y 1924 El 17 de enero de 1939, la 100 BM, se hallaba defendiendo igualada, y el 3 de febrero Gerona.

El gobierno francés, permite el 20 de enero que entre en España, parte del material de guerra que habían mantenido retenido en la frontera. No tenemos más remedio que ponernos en lugar de los soldados republicanos, aquejados durante toda la guerra de una falta importante de material y de la imposibilidad de reemplazar las armas deterioradas, mientras que observaban cómo en el bando contrario la renovación del armamento era constante, y que en estos momentos, cuando prácticamente ya todo estaba perdido, y ya nada se podía hacer porque no se trataba de un asunto de armamento, sino de moral y fuerzas, que ya habían perdido casi por completo, cuando vieron este armamento nuevo, que durante tanto tiempo se les había negado. Un sentimiento similar, o aún pero, debieron sentir aquéllos que, una vez traspasada la frontera, encontraron convoyes de material de guerra estacionados en Francia, esperando, o retenidos, sine die, para pasar la frontera.

 El 22 de enero, viendo que el ejército republicano no puede detener el avance rebelde, Negrín ordena la evacuación del gobierno hacia Girona y Figueras que, una vez conocido por los habitantes de Barcelona, tiene el efecto de lanar a un número mayor de civiles a las carreteras. 

A pesar de que el día 23 de enero los republicanos vuelan el puente del hierro del río Llobregat, y los puentes de Olesa de los Catalanes y el de Trunquell,  los sublevados consiguen parar el Llobregat el día 25,  quedando el camino hacia Barcelona, totalmente despejado para su avance, ciudad que caerá el día 26.  

La república había estado casi desde el principio de la guerra inmersos en luchas entre facciones políticas que mermaron enormemente su capacidad a la hora de plantar cara al ejército franquista. Incluso en los momentos finales, cuando la derrota era evidente, hubo un gran desacuerdo entre los que creían que había que resistir hasta el último momento, aguantando hasta que estallara la segunda guerra mundial, o en todo caso para obtener una paz negociada con Franco, con el fin de reducir las posibles represalias, y los que consideraban que la guerra estaba perdida y era absurdo seguir luchando y preferible rendirse, aunque fuera incondicionalmente, confiando en la benevolencia de los golpistas. A pesar del tesón de Negrín por seguir la guerra, tras la derrota de Cataluña, los partidarios de la rendición tomaron más fuerza, lo que desembocaría poco después en el golpe de estado de Casado.

Mientras se libraban estas batallas políticas en los despachos, muchos de los que luchaban en las trincheras seguían día a día en la guerra, resistiendo y, aunque hubo un importante número de deserciones, manteniendo el espíritu de lucha y sacrificio hasta las últimas consecuencias. No es extraño que, en estas circunstancias, se produjera un número importante de muertes de militares y civiles debida a ejecuciones sumarísimas de desertores o personas que fueron descubiertas durante la retirada y que no se habían incorporado al ejército cuando estaban obligados a ello. 

Son momentos peligrosos, en las circunstancias del drama de la derrota y la huida desesperada, nadie está a salvo, se producirá alguna que otra saca, ejecuciones sumarísimas, o ametrallamiento de la población civil que huye.

El día 1 de febrero de 1939 tiene lugar, cerca de la media noche, y en unas caballerizas del castillo de Figueras, las últimas cortes republicanas.

El avance rebelde prosigue es imparable. Las reuniones de los mandos militares se suceden, y los puestos de mando tienen que ser continuamente movidos por la llegada de los rebeldes. El 4 de febrero Modesto encargó a la 11 división la defensa de Gerona, pero al parecer no llegaron a tiempo por falta de medios de transporte, y ese mismo día cae en manos de los rebeldes. El V cuerpo intenta resistir al este del río Ter, frente a Gerona. El día 6 los franquistas toman Ripoll, y el día 7 se repliega el V Cuerpo hasta el río Fluviá. Ese mismo día 6 cae Olot, y el día 8 Figueras.

Por si alguien tenía dudas de lo que le podía pasar si caía en manos de los franquistas, el día 9 de febrero se promulga en España la Ley de Responsabilidades Políticas. 



El tren sanitatio Barcelona Port-Bou

El descubrimiento de la existencia de este tren va a suponer otro hito importante en la investigación, ya que abrió otra posible línea de investigación nunca antes considerada, la de que Antonio, en lugar de combatiente, fuera sanitario. En todo caso tiene trascendencia porque supuso conocer que el amigo de mi abuelo, Pascasio Escribano, viajaba en dicho tren como sanitario, algo que nunca había sido considerado antes. 


Una de las cuestiones que ha estado siempre presenta a lo largo de la investigación es el momento en el que Antonio Gómez y Pascasio Escribanos se conocieron. Más adelante veremos algunos detalles de la vida de Pascasio Escribano en su relación con Antonio, pero es necesario adelantar algo de esa relación, y es la posibilidad de que fuera en este tren donde se conocieron.
En un primer momento lo único que  conocía sobre ellos es que ambos habían trabajado juntos en Marsella, como estibadores en el puerto, y que habían compartido vivienda. Durante el proceso de la investigación aparecieron documentos que mostraban que ambos compartieron mucho más y que por lo menos se conocían desde la llegada de ambos a los Altos-Alpes al encontrarse en la misma Compañía de Trabajadores Españoles (CTE). Los documentos de la liberación de ambos (ya veremos de qué), después de la Guerra Mundial,  aparte de que parece haber sido rellenado por la misma persona, porque están escritos con la misma letra, presenta otra coincidencia importante, que es que en la ficha de entrada en Francia, en los documentos de ambos, aparece el mismo día, el 10 de febrero de 1939. Todos estos datos me llevaron a considerar la posibilidad de que hubieran sido compañeros de armas, y pasado la frontera como parte de la 100 Brigada Mixta.

La búsqueda de algún familiar de Pascasio se resistió bastante en el tiempo, pero al final, cuando conseguí contactar con uno de sus hijos, José (Josehp), la hipótesis de que eran compañeros de armas se desmoronó inmediatamente, ya que al parecer Pascasio Escribano servía en la guerra como sanitario, y estaba destinado en el tren hospital que recorría la costa desde Tarragona a Barcelona y Gerona, recogiendo heridos y trasladándolos.

Las hipótesis de partida cambiaron totalmente, ya que si éste viajaba en un tren sanitario, y si no eran combatientes en la misma unidad, se abrían varias posibilidades distintas para el momento en el que se conocieran:
-          Ambos recalaron en el campo de concentración de  Argelés-sur-mer, por lo que pudieron haberse conocido en dicho campo, y la fecha de coincidencia en el paso de la frontera pudo ser totalmente casual, aunque también puede considerarse que como las fichas de ambos la redactó la misma persona, uno y otro pasaran a Francia en fechas distintas pero consignaran la misma fecha en el momento de anotarla, al no recordarlo alguno de ellos,  aunque no hubieran pasado juntos. 
-          Antonio iba herido en el Tren Hospital, y Pascasio le ayudó, una vez en la frontera, a subir la montaña del Col de Belitres,  y pasar a Francia. No hay constancia de que el tren prosiguiera por el túnel hasta la estación francesa de Cerbere.
-          Dado el hecho de que Antonio había realizado el Servicio Militar en Sanidad Militar, puede que ambos viajaran en ese tren como sanitarios, aunque en la familia nunca se ha referido un dato similar, sino su participación activa en la guerra y de ahí su posible herida en una pierna, aunque el ser Sanitario, sobre todo en el primer escalón de batalla, no impide que hubiera podido ser herido desarrollando labores sanitarias. 
            Fuera lo que fuere, el primer paso, una vez conocido el dato de Pascasio como Sanitario, y su vinculación a un Tren Hospital, era conocer si en las fechas de la retirada a finales de enero o primeros de febrero, viajó algún tren hospital hasta Port-Bou, de forma que hubieran podido confluir  allí sus caminos, y por lo tanto fuera posible conectarlos en ese momento.
Una pequeña investigación en relación a la sanidad militar y los trenes sanitarios me permitió conocer rápidamente que un tren sanitario, el último tren que transportó heridos y enfermos, salió de Barcelona el día 20 de enero con dirección a Port Bou. "La Sanidad del Ejército intentará organizar el éxodo de todo su personal y de miles de heridos, de la mejor manera posible. El Jefe de la Sanidad del Ejército de la República va a trasladar su puesto de mando, el 20 de enero de 1939 desde Barcelona a Girona, y a partir del día 25 de enero, se instalará en la denominada "posición Cajal", un tren hospital estacionado en la línea ferroviaria de Barcelona a Port-Bou, cerca de Llança. Sometido a un fuerte bombardeo, al final de la evacuación va a quedar situado dentro del túnel ferroviario de Port Bou. Desde allí se van a dar las órdenes pertinentes de evacuación por parte del Inspector Jefe de Sanidad, el coronel Josep Puche Álvarez y del teniente coronel Joaquim D'Harcourt Got, Jefe de los Servicios Quirúrgicos, el cual va a ser el encargado de coordinar los movimientos de todo el personal sanitario, heridos y enfermos de toda los centros de Cataluña, correspondientes a la 3ª Demarcación de Sanidad militar de la República". (HERVÁS I PUYOL 2004: 275)

Al parecer, "El último tren que lleva heridos sale desde Barcelona en dirección a Port Bou el día 25 de enero de 1939, a las cuatro de la tarde llegando a su destino sin novedades". (HERVÁS I PUYOL 2004: 278).  Con alta probabilidad, este era el tren en el que viajaba Pascasio Escribano. El tren quedó estacionado en el túnel de Port  Bou, y desde este lugar , si los franceses no permitían el paso de trenes o civiles por el túnel, el único camino hasta el paso de la frontera hay que hacerlo subiendo toda la montaña. 

NEGOCIACIONES SOBRE LA ENTRADA DEL EJÉRCITO EN FRANCIA.

            Una nota de la Comisión Militar Internacional de la Sociedad de Naciones, localizada en los archivos departamentales de los Pirineos Orientales[1], informa de la reunión que tuvo lugar, el 3 de febrero de 1939, en el Cuartel General de Agullana, entre el General Rojo, el Coronel Ceron y el Capitan Feliu, del ejército republicano, por un lado, y el General Jalander, presidente de la Comisión Militar Internacional, y el teniente-coronel Bach, secretario de la misma. 

            Al parecer debía haber habido alguna denuncia o conocimiento por parte de la comisión, del regreso de internacionales al frente de guerra, una vez los mismos habían salido oficialmente de España[2]. Se habla de los internacionales que habían regresado al frente en España, una vez los mismos habían salido del país, sobre lo que informa el General Rojo, que tal regreso no había sido autorizado ni consentido,  y que si se había producido algún retorno espontáneo, el estado mayor no había sido informado del mismo. 

            En cuanto al resto del ejército republicano, sobre el que ya tiene claro el general que va a verse obligado a entrar en Francia, solicita que los miembros de la comisión transmitan su deseo de que Francia permita el acceso de los mandos del ejército republicano, unos 5.000 ó 6.000 oficiales, ya que de no ser así, éstos podrían sufrir fuertes represalias por los franquistas. El General quería saber cuál sería la actitud de los franceses ante los mandos y los soldados del ejército republicano una vez que este atraviese la frontera. En concreto deseaba saber si se permitirá que el ejército fuera transportado por barcos franceses a Valencia, donde se iba a instalar la sede del gobierno de la república, o sería todo el ejército al completo internado hasta el final de la guerra.

            Parece que de alguna manera debe haber existido alguna conversación previa, alguna filtración o información sobre la intención francesa de internar mantener retenido al ejército republicano, ya que de otra manera no parece razonable que mencionase este punto en su pregunta. 

            En todo caso, parece que se imagina lo que va a suceder con la tropa, y su interés se centra en los oficiales. No podemos dejar de volver a sentir ese abandono que debieron sentir los soldados republicanos. Ante el aura de gran militar del General Rojo, hubiera sido deseable una posición más firme en defensa de “todos” sus hombres, pero sin embargo, parece que se conforma con que se permitiera el regreso a los oficiales a Valencia, y en caso contrario, durante su estancia en Francia, solicita que ellos y sus familias, no sean tratados de la misma forma que los refugiados[3].

LOS PASOS FRONTERIZOS

A pesar de que se ha hablado de la sorpresa del gobierno francés ante la inmensa oleada de civiles y militares que se precipitó a Francia, al parecer, algunas personas previeron el desastre que se iba a producir e intentaron advertir al gobierno francés para que iniciara preparativos para recibir a un número de refugiados muy superior al esperado. Sin embargo los galos no hicieron caso a estas advertencias, aunque si desplegaron un importante dispositivo militar para prever cualquier incidente.

            Las cifras de personas que se lanzaron al camino para huir a Francia es imposible de precisar, pero todos los relatos coinciden en contabilizar entre 450.000 y 500.000, su número, la mitad civiles y la mitad militares.

            Los relatos muestran un espectáculo dantesco, con mujeres, hombres y niños, cargados con sus pertenencias más valiosas, en todo tipo de transportes, o a pie. El cansancio, el frio, la lluvia, los constantes bombardeos y ametrallamientos fueron haciendo mella en los que huían, que poco a poco, ante la imposibilidad de cargar con el peso,  fueron desprendiéndose de sus pertenencias, y abandonándolas en el camino, junto a los cadáveres, que nadie retiraba, y todo tipo de deshechos, dejando un rastro terrible de horror y miseria.

            A partir del día 22 de enero un cierto número de mujeres y niños empezaron a presentarse en los distintos pasos fronterizos, especialmente por el Perthus[1], pero también en Cerbere, Col de Banyuls, Les illas, St. Laurent de Cardans, Prats de Mollo, Bourg Madame,  Latour de Carol, aparte de lo que intentarán el paso por la montaña.
Otros Coll de Noucreus, Costabona, Coll de Ares, coll de Malrem, Coll de custoja
            El gobierno francés había cerrado previamente los pasos fronterizos, pero, ante la inmensa oleada de refugiados que llegaba a la frontera se vio obligado a abrirla la noche del 27 de enero de 1939, fecha a partir de la que se permitirá el paso a niños, mujeres y heridos
            Las cifras que se contienen en los informes son las siguientes:
-          Del 25 al 26 de enero:               3.819
-          Del 28 al 30 de enero:             22.296
-          1 de febrero:                               8.250
-          2 de febrero:                             11.171
-          3 de febrero:                               8.882
-          4 de febrero:                               5.902
-          5 de febrero:                             10.314
-          6 de febrero:                             11.999

Sin embargo, hay que tener en cuenta que un número importante de personas pasaron por la montaña. Las estimaciones dicen que alrededor de 150.000 civiles pasarían la frontera en estos primeros momentos. La mayoría llegaron a la Francia en un terrible estado, agotados por el camino y por las condiciones climatológicas.

No será hasta el día 5 de febrero cuando el gobierno francés abriera definitivamente la frontera para jóvenes en edad de luchar y militares. En este caso, al agotamiento físico del camino, se le unía el de casi tres años continuados de guerra, y el hecho de que entre los soldados, muchos iban heridos.
En los días siguientes varias autoridades republicanas pasarán a Francia, como el presidente Manuel Azaña, Juan Negrían, o el presidente de las cortes, Diego Martínez Barrio.

Las tropas republicanas, muy mermadas, fueron replegándose  hacia la frontera. Algunos de ellos venían realizando tareas de protección a la población y al resto del ejército. “Las fuerzas del V Cuerpo del Ejército debían asegurar la salida de todas las demás del Ejército del Ebro y salir las últimas, teniendo dos ejes de repliegue: uno a caballo de la carretera que va de Figueras a Port Bou, otro por San Silvestre, Sant Quirze, C. de Tourri. Por la primera dirección debían salir dos de las divisiones del V Cuerpo (11 y 46) y yo con ellos, para unirme en la frontera al jefe del Ejército y pasar juntos a Francia. Y por la segunda dirección debía salir la 45 División. Teniendo en cuenta que la salida más peligrosa era esta última –porque no conocíamos cual era la situación en nuestro flanco derecho-, decidí salir con la 45 División, el Batallón Especial y el Estado Mayor” (LISTER, 2007: 229-230)

Los restos de las brigadas avanzaron hacia la frontera cargados con todo el material de guerra, con la idea de una vez en Francia, transportar a los hombre y el material para seguir la lucha en la zona centro. Sin embargo, la primera sorpresa que aguardaba a los militares españoles fue que sólo se autorizó el franqueo de  los pasos fronterizos una vez que fuera desarmados.

Según relata Tagüeña, cuando se presentó en la frontera de Port Bou, se econtró una importante desmoralización de los soldados. Los miembros del V Cuerpo del Ejército, no querían pasar la frontera hasta que llegara Lister. Cuando les informó que Lister ya había pasado o iba a pasar por otro lugar, no podía creerlo.

Ver descripción de Tagueña SOBRE EL PASO DE LA FRONTERA DEL EJÉRCITO

LE PERTHUS

Le Perthus se va a constituir en la principal frontera de paso de los exiliados. Su posición en relación a las principales ciudades catalana, como son Tarragona, Barcelona o Gerona y su facilidad de acceso y franqueo por la parte española,  por una buena carretera sin prácticamente desniveles hasta la frontera, hizo que el principal flujo de evacuados se dirigiera hacia este lugar. Este hecho además hizo que la mayoría de informaciones de prensa y fotografías sacadas en la época se refirieran a este paso fronterizo, por lo que ha quedado gravado en la memoria colectiva. 
            El flujo de personas iría paulatinamente llenando la carreta nacional, según avanzaba el ejército fascista y los republicanos se replegaban, de Gerona a Figueras, y de aquí hasta La Junquera.
            En la actualidad, La Junquera, último municipio español antes de la frontera francesa, alberga el MUME, Museo Memorial del Exilio.
            Sabemos que ya el 22 de enero, antes incluso de la caída de Barcelona, empezaron a presentarse personas en la frontera francesa. Desde esta fecha en adelante, el flujo no dejó de crecer

PORT BOU- COLL DELS BELITRES

            Port Bou es el municipio más oriental y último en territorio español antes de la frontera francesa[2]. El pueblo se encuentra bañado por el mar, y se ubica a la sombra de las últimas estribaciones de los pirineos, ya descendientes y de poca altura en su contacto con el mediterráneos. A pesar de esa poca altura la zona es muy accidentada y la carretera serpentea de forma muy tortuosa entre calas y acantilados. Actualmente un túnel permite un acceso más directo, pero en 1939 dicho túnel no existía. El acceso más fácil a Port Bou, en la época, era por el túnel del ferrocarril, y al parecer es por allí por donde avanzó el grueso de los civiles y militares.
            Hasta este lugar fueron llegando escalonadamente civiles y militares ya exhaustos, en una huida sin respiro,  que para muchos se inició prácticamente sin descanso desde la última batalla. El ejército republicano, no había tenido tiempo de recuperarse y reorganizarse después de la dantesca Batalla del Ebro, de la que había salido muy maltrecho y, desde ese momento, la organización de líneas defensivas, relacionadas con los principales cauces fluviales, y la posibilidad de que Barcelona resistiera, se mostrarían inútiles, convirtiéndose en una penosa retirada, cargados con todos los pertrechos militares, desbordados una y otra vez por las tropas franquistas, y retirándose al tiempo que intentan relentizar  su avance volando puentes y otras estructuras, al tiempo, que intentaban proteger a la población civil.
            La tensión de la situación, la amargura y el dolor de la derrota, favoreció que en algunos momentos pudiera producirse la ejecución, por parte del ejército en retirada, de hombres en edad de luchar, que huían hacia la frontera, bien por haber desertado, o bien por no haberse incorporado a filas cuando fueron movilizados,  que tuvieron la mala suerte de topar con alguna de las unidades republicanas.
           
            Port Bou
                        La estación de Port-Bou
            Desde el pueblo una ladera relativamente suave asciende hasta Coll dels Belitre. Desde la cima los republicanos españoles girarían la cabeza y, muchos de ellos, probablemente sin saberlo, verían por última vez España. Al fonde el mar.
El edificio
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            En la parte trasera del edificio, en la parte más alta, donde más sopla el viento, varios monolitos constituyen el último homenaje a los republicanos españoles que ha erigido en dicho lugar el gobierno de la Generalitat.
Unos metros más adelante, justo en el límite del territorio español, en la vertiente que ya mira hacia Francia, una placa homenaje escrita en Francés, Español y Catalán, recuerda que por ese lugar pasaron 100.000 hombres, mujeres y niños republicanos en febrero de 1939
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            El 10 de febrero de 1939 las tropas fascistas llegaron a la frontera



[1] Carta del prefecto de los Pirineos Orientales al Ministro del Interior, fechada en Perpignan el 6 de marzo de 1939. ADPO 31 W 274
[2] Este municipio también ha alcanzado fama debido a que fue el lugar donde pasó sus últimos días Walter Benjamín




[1] ADPO 31 W 273. Informe sobre la reunión celebrada el día 3 de febrero de 1939, en el cuartel general de Agullana entre el General Rojo, y otros mandos del ejército republicano, y representantes de la Comisión Militar Internacional.
[2] Hay que tener en cuenta que, aunque la mayoría de los brigadistas internacionales salieron en septiembre de 1938, otros no salieron nunca, u otros ante la situación que encontraron en Francia intentaron regresar. Muchos de los internacionales, no podían regresar a sus países de origen, con lo que prefirieron quedarse “ilegalmente” en España, combatiendo.
[3] Parece que el General Rojo se está refiriendo aquí, no sólo a los civiles, sino también a la tropa republicana, pues sólo pide un trato diferente para los oficiales. 





[1] Decretos de 14, 15 de enero de 1939, Gaceta de Madrid,nº 16, de 16 de enero de 1939. 






[1] XV Cuerpo del Ejército. Divisiones 3,35 y 42

El paso de la frontera  por los militares


Las divisiones que componían el V Cuerpo del ejército, atravesaron la frontera por dos lugares diferentes. Líster, junto a la 45 y la 46 divisiones, pasaron la frontera por el Coll de Banyuls, y por carreteras de montaña llegarían a Banyuls-sur-mer, donde un poco más tarde se reunirían con Modest, Tagüeña y gran parte de los jefes, para proseguir camino hasta Perpignan, donde se hospedarían en el consulado español; y la 11ª División, que pasaría la frontera por Port-Bou. 

Sin duda, la descripción que realiza Manuel Tagüeña, en su libro Testimonio de dos Guerras, del paso del ejército republicano por la frontera de Port Bou es emocionante y, para mi investigación, puede ser muy relevante, en el sentido de que, la mayoría de los que relatan este momento, hablan del paso del ejército republicano por este punto el día 9 de febrero de 1939, mientras que él, testigo directo hasta el último momento, sitúa el paso de los últimos hombres en la madrugada, y hasta el amanecer del día 10, lo que coincide con la fecha de entrada en Francia de mi abuelo. Así pues, merece la pena transcribir aquí sus palabras:

"...ya había amanecido el 9 de febrero cuando con mis oficiales me acerqué a Port-Bou, donde Modesto me ordenó resolver el problema del embotellamiento de camiones y vehículos de todas clases, que llenaban la carretera hasta la misma línea fronteriza. Fui allí a caballo, ya qu eno podía ni soñar con hacerlo en automóvil. A un lado y a otro del camino acampaban muchos soldados de toda clase de unidades, que ya con Francia a la vista, no se apresuraban a pasar o esperaban órdenes. También había población civil, sobre todo mujeres y niños, que acompañaban a los militares.
Junto a la frontera encontré a Loriente. Me comunicó que los servicios del Cuerpo y toda la 43ª División ya la habían pasado, lo que estaba de acuerdo con las instrucciones recibidas. Pero también, por su propia iniciativa, envió con ellos el camión cargado con los archivos y equipajes. Su intención era protegerlo, pero resulto un desatino, ya que perdimos no sólo todos nuestros efectos personales y diarios de operaciones sino cosas más valiosas como el banderín del XV Cuerp, que había llevado en mi automóvil toda la retirada y de que me desprendí sólo a última hora, para que estuviera más seguro. También intentó que Carmen siguiera adelante pero ella no se dejó convencer y se quedó a esperarme. El pobre Loriente pensaba que al otro lado íbamos a seguir moviéndonos con toda tranquilidad y dando órdenes.
En la misma caseta de los aduaneros, encontré a los subcomisarios generales Bilbao e Inestal y al Jefe del Estado Mayor de la Marina, Prados. Los franceses no permitían el paso más que a soldados aislados y sin armas. Pocos lo hacían y era deprimente verlos marchar con la cabeza baja como avergonzados. En los últimos metros de suelo español había mucha gente desperdigada y pilas enormes de armas que íbamos a entregar al enemigo. Los alrededores estaban llenos además de mulos y caballos sueltos porque los franceses exigían para ellos un certificado sanitario. Bastantes de estos animales, como si también quisieran escapar, iban penetrando en territorio francés mientras pastaban.
El espectáculo era indignante y debía tomar medias rápidas. en primer lugar, comunqué secamente a los jefes y comisarios allí presentes, que su misión había terminado y que el Ejército del Ebro se hacía cargo de ella. No tenía tiempo para ceremonias y si hasta entonces no habían sido capaces de organizar algo, no los necesitaba. En seguida, mandé al mayor Gullón a parlamentar con el jefe militar francés y, sin dificultad, se puso de acuerdo con él en los puntos fundamentales. nuestros soldados cruzarían en formación y con armas, que luego entregarían. No pondrían dificultades a vehículos de todas clases, con cualquier carga y dispensarían del permiso a las caballerías. También sonsitieron en que el armamento amontonado en territorio español fuera trasladado, cargándolo en todos los carruajes que pasasen a Francia. En una palabra, la frontera se abría de par en par, a la vez que una línea de soldados franceses con banderas, se desplegaban marcando con exactud los límites entre los dos países.
Inmediatamente empecé con mis oficiales a reunir en grupos a los soldados dispersos. Les explicábamos la situación y luego formados, cruzaban la raya fronteriza, depositaban sus armas a un lado de la carretera y seguían adelante. Despeñamos en los barrancos los vehículos estropeados y pusimos en movimiento a los demás. Lo peor era cuando encontrábamos gente testaruda (o demasiado disciplinada) que no quería marchar sin recibir órdenes de sus jefes, muchos de los cuáles ya estaban en territorio francés. Por ejemplo, había oficiales del V Cuerpo que no querían creer que Líster estaba abandonando España por otro lugar y tuve que obligarlos a entrar en Francia. Aparecieron camiones llenos de leche condensada y cigarrillos, cuya carga repartimos a la gente. Después los llegábamos con los fusiles todavía hacinados en nuestro territorio. En pocas horas, los obstáculos desparecieron y la circulación se hizo fluida, aunque no dejaban de subir nuevos transportes desde Port-Bou. Cuando llegaron nuestras unidades de primera línea, el paso no ofrecía dificultades. Se lo merecían, habían cumplido su misión y a ellos se debía que los últimos días de la guerra de Cataluña no hubieran sido marcados por una verdadera hecatombre, en la que perecieran mezclados hombres, mujeres y niños, civiles y militares.
Por la mañana, cruzó la raya la 42 ª división con mis antiguos compañeros de la 3ª. Buscábamos entre ellos caras conocidas de veteranos de nuestras batallas, y era doloroso comprobar que quedaban muy pocos; en total poco más de medio millar de hombres. Mandé ocupar posiciones cerca de la frontera a una batería antiaérea de 76 mm, que ahuyentó con su fuego a unos cazas Messerschmitt, que desde gran altura vinieron a observarnos. Seguramente porque estábamos tan cerca de Francia, los bombarderos enemigos nos dejaron aquel día tranquilos. El jefe francés me llamó asustado para exigirme retirara los cañones sin dilación, basándose en el artículo de un tratado que prohibía instalaciones militares hasta unos cien metros de la línea. Lo tranquilicé como puede, pero no atendí su petición, no eran momentos para ponerme a leer documentos. Por suerte, los aviones enemigos no volvieron y no hubo más incidentes.
Llegaron más oficiales franceses que nos miraban con curiosidad y hacían preguntas como de profesional a aficionado. Creo que más tarde recordarían muchas veces, que, entre otras cosas, les dije que nuestro ejército había sido vencido, poro que a ellos les iba a llegar pronto el turno y sentirían no habernos ayudado. No había duda que nuestra derrota representaba también la de Francia; pero no querían admitirlo y me hablaban de las virtudes de sus soldados. Esto no me impresionaba, porque si las virtudes fueran suficientes para ganar una guerra, nosotros no la hubiéramos perdido.
Al atardecer, el tránsito se fue reduciendo poco a poco. En ese momento ordené cruzar la frontera a gran parte del personal del Estado Mayor del XV Cuerpo, entre ellos al viejo capitán Marín, que fue hasta el final uno de los más animosos. Con las últimas luces del día se acercaron los voluntarios de las Brigadas Internacionales., André Marty los esperaba y me pidió que me colocara a su lado. En su último y emocionante desfile, pasaron ante nosotros unos centenares de supervivientes de las batallas más duras de nuestra guerra, ante los cuales mis oficiales y o nos cuadramos, saludando militarmente, mientras se iban perdiendo en la oscuridad hacia Cerbere.
Ya de noche, el jefe francés me llamó para comunicarme que por la tarde nuestros enemigos habían ocupado La Junquera y alcanzado el puesto fronterizo de Le Perhus, cortando la retirada a muchos fugitivos que ahora venían corriendose por las crestas hacia nosotros. Esta última parte de la noticia era completamente fantástica, ya que en el terreno abrupto de los Pirineos, sin comunicaciones laterales, tardaría muchas horas en recorrer esa distancia. Un francés de la región, perfecto conocedor del terreno como buen contrabandista, que acompañaba a Marty, estuvo de acuerdo con mi opinión. Sin embargo, Modesto, como precaución, mandó a la 35 División ya dispuesta a penetrar en Francia, que ocupara posiciones cara al oeste. Se oyeron entonces fuertes explosiones en la estación ferroviaria de Port-Bou y vimos el humo de los incendios que destruía los últimos almacenes de armas y municiones. Los últimos grupos, los encargados de las voladuras, estaban llegando y con ellos la 11ª División. No había tenido tiempo de desplegarse la 35, cuando recibimos la contraorden para que se reuniera de nuevo y abandonara España.
Ante los ojos admirados de los militares franceses, desfiló entonces la 35ª División, la 11ª y el Batallón Especial del Ejército del Ebro. Luego siguieron lentamente unos tanques averiados y la carretera quedó completamente vacía. Todavía nos quedamos un rato hasta que en el horizonte del mar iba aumentando la luminosidad que precedía al amanecer del 10 de febrero. Recibida la orden de pasar la frontera, lo hicimos, tiramos con pena nuestras pistolas en uno de los enrormes montones de armas y en varios automóviles bajamos hacia Cerbere. Me acompañaban Carmen, Fusimaña, Luis Gullón, Francisco Gullón y Loriente, de mi Estado Mayor y los jefes de división Mateo Merino, Rodríguez y López Tovar. Detrás venía Modesto, que había querido ser el último de su ejército que dejara el territorio español."

Queda claro, después de las palabras de Tagüeña, que la 11ª división, llegó a la frontera la última, debido a que eran quiénes venían protegiendo la retirada del civiles y el resto del ejército, al tiempo que volaban puentes con el fin de retardar el progreso del ejército rebelde, y queda claro que estas tropas, pasaron la frontera francesa, ya el día 10 de febrero de 1939, poco antes del amanecer.